I ¿Qué buscais?




MISIÓN PORTA FIDEI

I ¿Qué buscáis? El acceso a la fe

               
En octubre pasado el Papa Benedicto XVI convocó una año de la Fe para la Iglesia Católica. Un año de gracia que debe producir una nueva conversión en el corazón de los cristianos y debe impulsarles a la nueva evangelización del mundo.
                En el inicio de su carta, Porta Fidei, nos dice: "«La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida". [1]
                En este contexto, Don Carlos Osoro, nuestro arzobispo nos ha invitado a la misión Porta Fidei. Cuatro catequesis en el marco de la Cuaresma que deben ser un impulso más en este año de gracia y esperanza.
                El titulo de esta primera catequesis es ¿Qué buscáis? El acceso a la fe. Vamos a leer el pasaje del evangelio que nos introduce en ella.

   "Al día siguiente estaba allí de nuevo Juan y dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dijo: He aquí el Cordero de Dios. Los dos discípulos, al oírle hablar así, siguieron a Jesús. Se volvió Jesús y, viendo que le seguían, les preguntó: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabbí (que significa Maestro), ¿dónde vives? Les respondió: Venid y veréis. Fueron y vieron dónde vivía, y permanecieron aquel día con él. Era alrededor de la hora décima. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y siguieron a Jesús.
     Encontró primero a su hermano Simón y le dijo: Hemos encontrado al Mesías (que significa el Cristo). Y lo llevó a Jesús. Mirándolo Jesús le dijo: Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Piedra). Al día siguiente determinó encaminarse hacia Galilea y encontró a Felipe. Y le dijo Jesús: Sígueme. Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. Encontró Felipe a Natanael y le dijo: Hemos encontrado a aquel de quien escribieron Moisés en la Ley, y los Profetas: Jesús de Nazaret, el hijo de José. Entonces le dijo Natanael: ¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret? Le respondió Felipe: Ven y verás." [2]

                Una anécdota nos puede ayudar a subrayar un aspecto esencial de esta escena:
   El nombre de William Holman Hunt, junto a los de Rossetti y Milais, va unido a la fundación  del llamado movimiento prerrafaelista. Este notable pintor inglés (1827-1910) realizó un hermoso cuadro en el que aparecía Jesucristo llamando a la puerta de una casa. Un día pidió a un grupo de artistas que examinaran el lienzo y vieran si había algún error en él. Sólo hubo uno que dio en el clavo:
-A la puerta le falta el pomo.
Y era ésa precisamente la intención de Hunt; ése era el efecto que deseaba producir en quien contemplara el cuadro, porque pasó a explicar:
-Cuando Cristo llama a la puerta de un corazón, ésta sólo puede abrirse desde dentro.
Lo dice bien claro el Apocalipsis: "Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo". [3]

                La búsqueda de Dios surge en lo más profundo del corazón humano. Nos lo recuerda la Iglesia: "El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar: La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador (GS 19, 1)[4]. No hace falta un gran esfuerzo para distinguir esa sed, para encontrar ese deseo en nuestro corazón. El Santo Padre ha dedicado una catequesis en estos meses para explicarlo más extensamente. Os remito a ella en este enlace: el deseo de Dios

                Siendo cierto este deseo, al contemplar la escena evangélica que hemos leído. ¿Cómo puede producirse ahora un encuentro semejante? Después de 2000 años, ¿ podemos afirmar la posibilidad real de un encuentro semejante?

                "Toda la vida cristiana -nos dice el Papa- consiste en responder al amor de Dios. La primera respuesta es precisamente la fe, acoger llenos de estupor y gratitud una inaudita iniciativa divina que nos precede y nos reclama. Y el "sí" de la fe marca el comienzo de una luminosa historia de amistad con el Señor, que llena toda nuestra existencia y le da pleno sentido. Sin embargo, Dios no se contenta con que nosotros aceptemos su amor gratuito. No se limita a amarnos, quiere atraernos hacia sí, transformarnos de un modo tan profundo que podamos decir con san Pablo: ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí (cf. Ga 2, 20).[5]

                La respuesta a nuestra pregunta es un sí rotundo. Estamos en la Iglesia Católica, instituida por Jesucristo. Ella conserva fielmente los medios que garantizan la presencia y la acción divina de su Fundador. En concreto, ¿donde encontramos a Jesucristo? En la Palabra y en el Pan, en el Evangelio y en los Sacramentos, especialmente en la Penitencia y la Eucaristía. En la voz de los pastores: El Papa, los Obispos y sus colaboradores, los sacerdotes.

                Vuelvo al pasaje de San Juan del que partimos. Nos encontramos con Jesús en este pasaje si recordamos que, cada vez que habla, el Señor está pensando en todos nosotros, en tí y en mí. Además, si nos introducimos en la escena, como un personaje más de ella, en la cercanía del Sagrario. El paralelismo es perfecto. Escondido a la sensibilidad Jesucristo está realmente presente en la Eucaristía.

                Pasaba un día una madre con su hijo pequeño junto a una iglesia. Era ya al anochecer. El niño tuvo esta sencilla curiosidad:
-Mamá: ¿qué hace Jesús ahora en la iglesia? ¿Duerme?

La madre calló un momento. Enseguida dio esta respuesta a la curiosidad infantil:
-Hijo, Jesús no duerme nunca en el Sagrario; siempre, día y noche, reza por nosotros.

No andaba muy descaminada esta buena madre. Leemos en la Carta a los Hebreos que Cristo está siempre vivo para interceder por nosotros (7,25). Su sacerdocio es eterno (ídem 7,24).

                El pasaje nos muestra la vocación de los primeros discípulos. No olvidarían nunca ese momento de cruzar sus ojos con los del Señor y escuchar su llamada: Sígueme. San Juan tendría cerca de los ochenta años cuando escribió su evangelio. El detalle es revelador. A pesar del tiempo transcurrido recuerda la llamada al Señor a seguirle,  a ser su discípulo.

                LLamada a estar con Él, llamada a cambiar. ¿Qué hace falta para convertirse? ¿Para mejorar? Cuando nos lo planteamos con seriedad a veces surge el desaliento. ¿Es posible cambiar, mejorar, convertirse? ¿Vencer el egoísmo, la soberbia, la pereza, la vanidad, la sensualidad, el materialismo...?

                En el evangelio nos encontramos un sinfín de conversiones. Para entender su secreto lo mejor es acercarnos a una conversión costosa, difícil. Recordemos la conversión de Zaqueo. Este personaje era jefe de publicanos. Se había enriquecido ilícitamente. Estaba lejos de Dios. Los de su condición era considerados pecadores públicos.

                Ha oído hablar del Señor y se despierta un gran deseo de verle cuando escucha que va a venir a su ciudad.

                "Entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos y rico. Intentaba ver a Jesús para conocerle, pero no podía a causa de la muchedumbre, porque era pequeño de estatura. Y, adelantándose corriendo, subió a un sicómoro para verle, porque iba a pasar por allí. Cuando Jesús llegó al lugar, levantando la vista, le dijo: Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy me quede en tu casa. Bajo rápido y lo recibió con gozo.
                Al ver esto, todos murmuraban diciendo que había entrado a hospedarse en casa de un pecador. Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres y si he defraudado en algo a alguien le devuelvo cuatro veces más. Jesús le dijo: Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también éste es hijo de Abrahán; porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido."[6]

                   Si hablamos con Zaqueo nos dirá que el Señor se le metió en el corazón. Le inundó con su claridad y amor. Le hizo ver en un contexto esperanzado la miseria de su vida. Y le posibilitó su conversión que se expresó con esa generosidad extraordinaria. Sin el encuentro personal con Jesucristo ese cambio radical de conducta no hubiera sido posible.

                Tiempo de esperanza y de alegría este año de la Fe, esta cuaresma en la que nos encontramos, estos días de la misión Porta Fidei.

                Os propongo tres propósitos:
- Leer una página del evangelio todos los días como lo hemos hecho esta tarde para que el Señor ilumine nuestro caminar diario.
- Visitar cada día a Jesús  en el Sagrario, aunque sea con en el corazón porque no podemos venir a la parroquia
- Vivir más sinceramente la caridad con quienes nos rodean

                Me parece también muy ilustrativa esta anécdota:

—Madre Teresa, tiene usted setenta años. Cuando se muera, el mundo seguirá igual que antes de que usted naciera. Después de todo el esfuerzo que ha hecho usted, ¿qué ha cambiado en el mundo?

   Sin alterarse, y con una encantadora sonrisa, responde la Madre Teresa:
—Verá, yo nunca he querido cambiar el mundo. Yo solo he procurado ser una gota de agua pura en la que el amor de Dios pueda reflejarse. ¿Le parece poco?

   Silencio embarazoso en la sala donde se desarrolla la rueda de prensa. Lo rompe la Madre Teresa:
—¿Por qué no intenta usted también ser una gota de agua pura? Así ya seríamos dos.
La anécdota continúa. Se entabla un diálogo entre el desarmado periodista y la fundadora de las Misioneras de la Caridad, que le anima a convencer a su mujer y a sus tres hijos para que sean también gotas de agua pura, «... y ya seremos seis».

                María es Maestra de Fe. Su prima Isabel lo subraya: "Bienaventurada tú que has creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor."[7] Acudamos a Ella par que nos ayude en estos días de la Misión Porta Fidei


CEC: Catecismo de la Iglesia Católica

[1] Benedicto XVI, Porta Fidei n. 1
[2] Juan 1, 35-46
En este “Año de la Fe” os invito a todos a que nos dejemos llevar por Jesucristo: “tomándolos consigo, se retiró a solas”. Tengamos la experiencia de la catolicidad desde un encuentro con Jesucristo que nos lleva a la misma configuración de la razón, de la voluntad y del corazón, que nos hace sentirnos de una misma patria en el Corazón de Cristo y nos une en una gran familia. Carlos Osoro, Carta Pastoral sobre el año de la Fe, Introducción
[3] Apocalipsis 4,20
"¡Qué experiencia más gozosa que sentir y ver que Dios nos acompaña en nuestro camino y que desea hablarnos al corazón! Esto es lo que hace el Señor con sus discípulos y quiere hacer con todos nosotros. Él llama a la puerta de nuestro corazón y nos pregunta: ¿estáis dispuestos a darme vuestra vida y vuestro tiempo? ¿Queréis permanecer junto a mí? Y es que desea entrar en nuestro tiempo, en nuestra vida, quiere entrar en la historia humana a través de nosotros, busca una morada viva, quiere que su Vida, su Camino y su Luz verdadera ilumine a todos los hombres: éste es el verdadero regalo que desea hacer a esta humanidad y quiere hacerlo con nosotros. ¡Qué maravilla ver cómo se acerca Dios a nuestra vida y nos toma consigo! Jesucristo se ocupa de nosotros. Él ha venido a este mundo y se hizo hombre para recuperar al hombre y hacerle ver que solamente si vive como hijo de Dios y hermano de todos los hombres alcanzará la felicidad verdadera." Carlos Osoro, Carta Pastoral sobre el año de la Fe, Introducción, n. 2
[4] CEC n. 27
"El tiempo que vivimos es excepcional: más que en ningún momento de la historia, el ser humano tiene necesidad y urgencia de verdad. ¡Cuántas oscuridades tiene en su vida personal y social! Sin verdad siempre hay muerte, sin verdad no es posible la convivencia social, sin verdad no se encuentran perspectivas de salida ante los diversos retos que se plantean a la vida y a la historia de los hombres, sin verdad solamente crece el utilitarismo, sin verdad no hay fe, sin verdad se implanta el cinismo, el vacío, el cansancio y el relativismo." 
Carlos Osoro, Carta Pastoral sobre el año de la Fe, n. 1
[5] Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma 2013, n. 2
[6] Lucas 19, 1-10
[7] Lucas 1,45